“Seguridad hídrica” la moderna concepción de la expresión “garantizar el acceso al agua”
Desde principios del siglo XXI se ha producido un cambio sustancial en el direccionamiento de la raíz de los problemas de la gestión del recurso hídrico esencial para la existencia de la vida misma, direccionamiento bien intencionado que se resume en el enunciado del Derecho Humano al Agua y Saneamiento, que resolvió en 2010 la Asamblea General de las Naciones Unidas, y que ha dado pie a que en ciertos sectores de la opinión pública se haya otorgado al agua la categoría de “bien público universal”.
Sin embargo, este direccionamiento bien intencionado, presenta una importante inexactitud que choca con la realidad y entorpece la construcción de una “gobernanza sostenible”, que sea resiliente ante el gran desafío del cambio climático, la contaminación y especialmente los desequilibrios demográficos y económicos que generan las crisis migratorias, los migrantes del agua que desgraciadamente lejos de ser una denominación, es una realidad que crece exponencialmente en este siglo XXI.
La “gobernanza sostenible” es un criterio que en modo alguno puede estar sujeto a la interpretación, máxime cuando esta deja de ser bien intencionada, y deriva en la actitud que, en determinados estamentos de poder de determinados países o regiones se realiza sobre la titularidad de los garantes de esa concepción de “bien público universal”.
Las guerras del agua han generado la necesidad de no banalizar ese concepto, guerras que no son sólo algo de los países en vías de desarrollo, o con menor capacidad de acceso a los recursos hídricos existentes, sino que se constatan y se producen cada vez más entre regiones, provincias o municipios de determinados países desarrollados, a medida que el cambio climático avanza, y se pone de manifiesto la incapacidad de muchos para aportar soluciones, lo que esta generando e incrementando los tradicionales desequilibrios hídricos.
Por este motivo, hablar de agua o hablar alegremente de garantizar sin más del “acceso al agua”, es algo que debe sustituirse como muchos expertos requieren por el concepto de “seguridad hídrica”.
Cuya definición del término más aceptada universalmente es la de los economistas David Grey y Claudia W. Sadoff (2007):
Ahora bien, si criticamos por banales la apropiación realizada en determinados países o regiones del concepto de “bien público universal”, tenemos que poner los pies en la tierra y en este siglo XXI sólo se podemos hablar con propiedad de “seguridad hídrica”, en aquellos supuestos o gestión de los abastecimientos en los cuales se haya realizado la adecuada transformación para garantizar la máxima “eficiencia hídrica”, máxime cuando soportamos la espada de Damocles de la principal afección que supone el cambio climático, “el continuo incremento de la brecha social para ese acceso al agua”.
No es posible alcanzar la “seguridad hídrica” sí no hemos alcanzado una decente “eficiencia hídrica” sin la cual no es posible cimentar la “gobernanza sostenible”.
Lejos de ser un término más, la “gobernanza sostenible” entronca de lleno no ya con la cuarta revolución industrial, que incluso a estos efectos se considera sobrepasada, sino con la quinta revolución industrial, este último término acuñado por Erik Rasmussen, fundador del Copenhagen Climate Council y CEO de Monday Morning:
Sólo se es sostenible cuando se es eficiente, pero no sólo hace falta ser eficiente para ser sostenible, por este motivo, la transferencia tecnológica para alcanzar esa quinta revolución industrial es la única arma de la que dispone el ser humano en estos momentos, para ganar la batalla al cambio climático.
Conscientes de ellos en Global Omnium hemos realizado una apuesta sin precedentes en esa transformación digital, que han colocado a la ciudad de Valencia como la ciudad de mayor eficiencia hídrica de Europa.